viernes, 2 de julio de 2010

¿Huelgas salvajes o domesticadas?


Hoy he tenido una interesante conversación con M sobre la huelga de los trabajadores del Metro de Madrid y sobre las consecuencias de la misma, en la que han salido a relucir las siguientes cuestiones:

- Respecto a la exigencia de que se cumplan los servicios mínimos, ambos opinábamos que era normal que se cumpliesen, aunque si eran abusivos desvirtuaban el derecho de huelga, que se hacía para perturbar el servicio y que se notase, y que la Comunidad de Madrid es juez y parte al fijarlos, por lo que un servidor llegó a caer en el error de de justificar el no cumplimiento en ciertos casos...

- Respecto a las consecuencias previsibles de no respetarlos, yo decía que esto era un pulso y que la Presidenta de la Comunidad de Madrid había optado por la línea dura de no negociar y de expedientar a algunos trabajadores sabedora de que la opinión pública perjudicada por la huelga va a justificar cualquier medida, por lo que los trabajadores se ven obligados a: 1.- mantener la presión confiando en que no se llegue a militarizar el servicio o a despidos selectivos ejemplarizantes, o a 2.- doblar la rodilla y terminar con la huelga, sin haber conseguido nada y perdiendo apoyo social... M se inclinaba, de manera pesimista, por prever esta última consecuencia.

- También comentamos que desde luego había una serie de colectivos de sectores sensibles (maquinistas de trenes y metros, controladores aéreos, pilotos, médicos...) que tenían unas posibilidades de presionar a través de la huelga impensables en otros colectivos de sectores no vitales de una sociedad, no paralizantes, y que una regulación futura del derecho de huelga debería limitar y diferenciar el derecho para estos colectivos (sin llegar a prohibirlo como a los militares o policías), para evitar abusos y agravios comparativos.

- también hablamos de que, a diferencia de otros colectivos como los controladores, los pilotos o los médicos, que apenas hacen huelgas abiertas sino "de celo", sin perder dinero y ralentizantes del servicio "ad infinitum", los maquinistas del metro habían entrado en un callejón sin salida, porque si cumplen los servicios mínimos la huelga apenas se notará, y si no los cumplen se arriesgan a que la Comunidad de Madrid la utilice políticamente, dejando que pasen unos días para que la opinión pública se ponga radicalmente en contra de la huelga y justifique medidas duras (despidos selectivos, expedientes...) y ejemplarizantes para el futuro... Y además a diferencia de pilotos, médicos y controladores, dificilmente sustituibles, los empleados de metro nos tememos que sí son sustituibles por su menor cualificación y por la existencia de transportes alternativos (autobuses).


Conclusiones de la tertulia de sobremesa:

1.- Que las huelgas se hacen para que se paralice la actividad de la empresa y que se noten, son su razón de ser, y unos servicios públicos abusivos las neutralizan.

2.- Que las huelgas de determinados colectivos de sectores esenciales también pueden ser abusivas, por lo que debería regularse y limitarse su derecho de huelga por afectar al interés público.

3.- Que también debería regularse que los servicios mínimos se fijen por un tercero imparcial, y que se puedan recurrir de manera urgente para que un tercero decida rápidamente sobre los mismos.

4.- Que las huelgas en servicios públicos esenciales, y sobre todo las de transporte, son cada vez más impopulares y manipulables políticamente, por lo que su eficacia real es dudosa y cada vez más se sustituyen por huelgas de celo y trabajo a reglamento, y por los sabotajes, con los mismos efectos reales, sin pérdidas salariales y prolongables en el tiempo, y dificilmente sancionables.

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